Las redes sociales influyen en nuestras emociones. No es ninguna novedad. Pasa en cualquier proceso de comunicación. Pero aún hay a quién le sorprende viniendo de un entorno compuesto de ceros y unos.
Distintos estudios han demostrado que recibir un ‘Me gusta’ en Facebook estimula el centro del placer, nuestro ‘núcleo accumbens’, sobre el que actúan también la comida, el dinero o el sexo. Y las publicaciones de los demás también influyen en nuestro estado de ánimo, tal y como demostró el verano pasado un interesante experimento. Durante una semana se alteró el algoritmo de Facebook de 700 000 usuarios para que parte de ellos vieran solo estados negativos en su muro y el resto solo publicaciones positivas. ¿La conclusión? Ver estados positivos nos anima. Más allá de teorías simplistas sobre la envidia que nos da ver las vacaciones del vecino en Facebook, el estudio constató que un mensaje positivo nos vuelve generalmente más positivos. ¿Simple, no?
Las emociones se contagian. No es que fuera una gran revelación, pasa hasta en el patio de un colegio, pero demostrar científicamente que ocurre también en entornos digitales abre nuevas posibilidades. En esa línea trabaja Robert Morris, un psicólogo interesado en aplicar las nuevas tecnologías a la psicología, doctor por el prestigioso MIT y creador de Panoply, una red social nacida específicamente para ayudar a los pacientes con tendencias depresivas a revaluar y reestructurar pensamientos negativos.
La idea es que la plataforma pueda lanzarse en los próximos meses, ahora rebautizada bajo la empresa koko. De momento funciona solo como una aplicación con invitación, pero lejos de ser un proyecto nacido al azar, esta red social viene avalada por un intenso trabajo de investigación. Ha sido el centro de su tesis doctoral, la base de un estudio sobre la ‘eficacia de las plataformas online de colaboración entre iguales para la reevaluación cognitiva’. O en cristiano, sobre cómo el concepto de red social y de lo ‘colaborativo’ puede aplicarse en psicología.
¿De dónde nació la idea? Los trastornos depresivos producen una distorsión en la manera en que nuestro cerebro procesa la información. Cuando Morris llegó al MIT, no sabía programar, cometía muchos errores y un foro de ayuda lleno de programadores se convirtió en su tabla de salvación. Le ayudaban a corregir errores en sus ejercicios, esos que él no era capaz de ver. Así se le ocurrió que del mismo modo en su red cada usuario podría ayudar a otros a ver, valorar y reestructurar sus pensamientos, los ‘errores’ en la forma en que procesan la información.
Todos somos más objetivos con los problemas de los demás. Así que un usuario puede plantear una situación, que pasará por tres niveles: usuarios que le prestan apoyo, usuarios que le ayudan a identificar posibles ‘errores’ en cómo ha interpretado la situación y usuarios que le ayudan a reescribir la situación de forma más objetiva. Cada uno ayuda y es ayudado, practica más ese enfoque del pensamiento y se siente más útil y arropado que con una simple aplicación de autoayuda. Además, la red mantiene las ventajas del entorno online: evita la vergüenza que ciertos pacientes sienten a la hora de reconocer el problema frente a otros, tal y como observaba Morris en Estados Unidos.
La red no trata de sustituir al terapeuta o de prescindir de otras opciones, pero amplia las posibilidades, es un refuerzo eficaz y económico. El objetivo ahora es pulir la idea para evitar, como el mismo reconoce, que se convierta en un catálogo de pensamientos pesimistas y asegurar los mecanismos que eviten que acabe siendo un nido de mofas de los problemas de otros. Trabajar por una red social que marque la diferencia.

Laura Prieto Calvo

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