
Tocar los números. Hacer tangible lo abstracto. Esa es la principal función del ábaco, un instrumento con siglos de antigüedad, cuya utilidad no pasa de moda. Desde hace varios años los ábacos han vuelto a buena parte de las aulas occidentales, para enseñar a los niños a sumar, restar, multiplicar y dividir tal y como lo hacen desde hace siglos en Oriente, visualizando las operaciones matemáticas del mismo modo en que uno puede ver las formas geométricas, permitiendo a los más pequeños trabajar con lo tangible, en lugar de comenzar con conceptos abstractos.
Pero hay más. Desde hace aproximadamente un año, el programa Brain Factory +50 trabaja en colaboración la Sociedad Española de Neurología en el uso del ábaco contra los efectos del envejecimiento cerebral, y más concretamente del Alzhéimer, la epidemia silenciosa del siglo XXI, con más de 44 millones de afectados en todo el mundo.
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